jueves, 28 de enero de 2016

Acerca de la salud y la Paz

En la mayoría de los casos la buena salud es el estado normal de nuestras vidas. Solemos no tener gripe, no tener dolor de estómago, no tener cefaleas, en fin, solemos tener una salud aceptablemente buena.
Es en este sentido en el que educamos a nuestros hijos y alumnos y nos comportamos con cierta responsabilidad en lo que a nuestra salud se refiere.
Animamos a hacer deporte, porque el deporte es saludable. Animamos a tener una alimentación equilibrada, porque unos buenos hábitos alimenticios son buenos. Aconsejamos sobre cómo coger pesos o hacer esfuerzos, porque hay modos de trabajo más respetuosos con nuestra espalda… Y así elaboramos una compleja red de hábitos y modos de vida saludables porque valoramos y procuramos conservar una buena salud. La buena salud es un tesoro que normalmente damos por hecho y que echamos muchísimo en falta cuando la perdemos.
Quizá la Paz sea como la salud, no se valora lo suficiente hasta que se pierde. Quizá no nos damos cuenta de la importancia de vivir en un país que lleva varias décadas sin conocer directamente los estragos de la guerra.

Para quien vive en un país en guerra, la paz se convierte en un horizonte soñado que se desea alcanzar. Ejemplos, por desgracia, no nos faltan.
Hace apenas unos días escuchaba en televisión esta reflexión que relacionaba de manera metafórica la salud y la paz. El programa en cuestión, emitido por el canal 13Tv, era un amplio documental sobre la situación de los cristianos sirios y uno de los testimonios que recogía era el de una mujer que hacía esta reflexión sobre la salud y la paz, sobre la enfermedad y la guerra mientras de fondo se veían las ruinas de lo que fue su casa. Finalizaba con una frase que hace pensar “no valoraba suficientemente la paz hasta que comenzó la guerra”.

En un país europeo como el nuestro, donde educamos para conservar la salud, no podemos, no debemos dejar de educar en la importancia de la paz.
Es nuestra obligación transmitir siempre que la paz es un estado que hay que conservar, que hay que cuidar… y que de ese modo hay valores, comportamientos y actitudes que ayudan a mantenerla y a hacerla fuerte, y hay otros que contribuyen a todo lo contrario.
En el día a día de un colegio y más en el de un centro cristiano debemos enseñar que el camino de la paz está decorado por valores tales como el diálogo, el perdón, el respeto, la cooperación, la tolerancia y la justicia.
Es ahí donde cobra sentido una jornada como la Jornada Escolar de la paz y la no violencia. Es ahí donde entendemos la trascendencia de educar para la Paz.


“Bienaventurados los que trabajan por la Paz y la Justicia,
porque ellos serán llamados hijos de Dios”
Mt 5,9