domingo, 20 de abril de 2014

FELIZ PASCUA

“Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (I Corintios 15,14)



En la noche del Sábado Santo, en la celebración de la Vigilia de la Pascua, el sacerdote bendice el fuego, la luz se va extendiendo en las manos de los fieles y las tinieblas van desapareciendo. Por varias veces se proclama “La luz de Cristo” y los fieles dan gracias a Dios. Esa noche se celebra el triunfo de la vida sobre de la muerte, de la luz sobre las tinieblas, la oscuridad es vencida por la luz y Cristo Resucitado, vencedor de la muerte, se convierte en motivo de gozo y alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo Resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de Pentecostés, el paso del Espíritu Santo.
Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la Resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: Jesús está vivo y está junto a nosotros. Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección y el resucitado nos entrega su gran don: la paz.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes, estamos llamados a anunciar a los que nos rodean nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes del gozo del Resucitado, por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo misionero.





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